Esta es la historia de Lucía, una mujer que, en el otoño de su vida, quiso hacer «algo», algo diferente… probarse a sí misma en aquello que estaba ¡tan lejos! de lo que había hecho siempre (¿… lo estaba?).
Eran de ella la tierra, las flores, el amor, la casa. La Naturaleza. Pero quiso llegar a la Palabra… al Libro.
Fue un encontrar, en sus adentros, todas las «cosas» que la vida le fue presentado, que nadie le había contado, que no le habían advertido cómo enfrentar… Fue volver a vivirlas con sus llantos, sus risas, sus dolores y sus alegrías. Fue revivir el Pasado y traerlo a su Presente de mujer madura y feliz, de mujer que ama a la vida a pesar de tanto y que quiso compartirla; que los demás, volviendo a su propia vida, sientan que no están solos porque ahí, muy cerca, hay alguien que ha vivido de distintas maneras lo mismo. Y aunque las cosas no sean exactamente iguales… es «lo mismo».
Es una forma de vivir en el «tiempo de otro», en las lágrimas «de otro», en el ser mujer al lado de los que se ama, desde la tierra en la que se ha crecido, sembrando sus raíces en un lugar que no fue el que la vio nacer. Es «una mujer de otoño» que nos presta su vida para que sea más fácil y más hermoso vivir la nuestra.
Yo viví, junto a Lucía, el milagro de la creación de su otoño literario. Yo lo vi nacer y lloré y reí junto a ella, en largas horas de trabajo y charla, en las que aprendí que la vida de todos tiene «esos momentos» que nos pueden hermanar y hacernos felices. Que ya es muchos decir… Ser hermanas de la vida sólo porque nos unió el amor a la palabra.
Cristina de la Plaza
(Profesora de literatura)



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